26 de noviembre de 2015

Vosotros sois la sal de la tierra

La sal era algo muy escaso y por lo tanto valioso en la época del Señor Jesucristo. La historia cuenta que a los soldados romanos se les pagaba con sal. El Señor comparó a sus discípulos con la Sal, dando a entender lo valioso e importantes que ellos eran.

De los siervos y siervas que actualmente cumplen con el mandato del Señor Jesús de dar a conocer Su Evangelio, podemos decir que hoy día son la sal de la tierra.

Entre las funciones de la sal: La Sal da sabor, como hijos de Dios nos corresponde darle sabor a este mundo, a esta vida, hacer de lado la amargura de muchas personas que tal vez han perdido ese sabor por vivir ante las dificultades que enfrentan cada día.

La sal produce sed, si somos considerados sal de la tierra nos corresponde despertar en las personas esa sed de Dios, por que cuando logremos despertar esa sed en ellos vendrán a clamar como la mujer Samaritana – Señor dame de beber de esa agua – así cuando ellos clamen se encontraran con un río de aguas vivas que saltan para vida eterna. Si alguno tiene sed venga a mí y beba.

La sal es pura, no permite que ningún microbio viva en ella, el hijo de Dios debe esforzarse por mantenerse puro y lleno de santidad conforme al mandato de Dios.

La sal cura las heridas, como sal de la tierra es nuestra obligación llevar esa Palabra que sane y cura las heridas espirituales de este mundo.

La Sal es Preservadora, el Señor a entrego su doctrina a sus apóstoles, solo a ellos les permitía conocer y entender sus verdades espirituales para que ellos al recibirlas las preservaran y ordenaran que fueran preservadas.

Si somos sal de la tierra nos corresponde preservar pura la doctrina dejada por el Señor Jesucristo.

"Vosotros sois la sal de la tierra; y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres". Mat 5:13. Entonces ¿es usted sal de la tierra?

Brillará el sol de justicia en tu vida

                                                
Hay personas que engañadas por Satanás, se acostumbran a vivir en oscuridad, satisfaciendo los deseos carnales, perdiendo  el rumbo  al  no ver el peligroso camino por el cual transitan, ignorando que existe una luz capaz de  iluminarlo para que encuentren la senda de la salvacion, que es en Cristo Jesus, quien dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).  
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación”. Malaquías 4:2.

Esta promesa alentadora, cumplida ya en la primera venida de nuestro glorioso Salvador, tendrá perfecto cumplimiento en su segunda venida: sin embargo, es una promesa de aplicación cotidiana. ¿Vives, amado, en la oscuridad? ¿Notas que esa oscuridad va haciéndose cada vez más profunda? No desmayes, porque aún tiene que brillar el sol.

La noche es más sombría cuando se acerca el alba. El sol que nacerá no será un sol cualquiera. Es el Sol de Justicia que irradiará santidad. Viene a regocijarnos con los resplandores de su justicia y misericordia, no a quebrantar ley alguna para salvarnos. Jesús es la manifestación de la santidad y amor de Dios.

Cuando venga, nuestra liberación será cierta porque es justa. Nuestra pregunta debería ser esta: ¿Tememos el nombre del Señor? ¿Reverenciamos al Dios vivo y andamos en sus caminos? Si así es, la noche para nosotros será de corta duración, y cuando llegue la mañana, la enfermedad y la tristeza desaparecerán para siempre de nuestros corazones.

Nuestra herencia será luz, calor, gozo y claridad; después vendrá la salud de toda dolencia y desaparecerán todas las preocupaciones. ¿Ha resplandecido Jesús sobre nosotros? Gocémonos de este sol. ¿Ha escondido su rostro? Estemos ciertos de que, a manera de sol, resplandecerá sobre nosotros. Hoy..no importa la oscuridad que me rodea, se que me resplandecerá el Sol de Justicia.

Señor, hoy vengo a ti para depender únicamente de los rayos fortalecedores de tu presencia. Seguro estoy que en medio de mis sombras me alumbrará el sol de tu presencia. Amén.

16 de noviembre de 2015

Nuestra Esperanza Gloriosa

1 CORINTIOS 15.20-58

Cuando escuchamos la palabra resurrección, la mayoría de nosotros piensa en Cristo resucitando de los muertos, pero su victoria sobre la tumba demuestra lo que sucederá con nosotros, también.

Un día, cada persona que haya muerto experimentará una resurrección corporal como la de Cristo, y quienes estén vivos cuando Él regrese, serán transformados de mortales a inmortales en un abrir y cerrar de ojos.

Una de las primeras preguntas que nos viene a la mente es: ¿Qué aspecto tendré? No puedo responder a eso específicamente, pero lo único que sé es que luciremos lo mejor que el Creador pueda hacernos.

Estos humildes cuerpos terrenales serán transformados en cuerpos gloriosos como el de Él. Los escritos del apóstol Pablo ofrecen algunas pistas acerca de sus características: serán imperecederos, gloriosos, poderosos y espirituales.

Como tales, serán ideales para vivir en el cielo. Nunca experimentaremos de nuevo el pecado, la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la debilidad, el agotamiento y la muerte.

A veces, las personas me preguntan si seremos reconocibles, es decir, si reconoceremos a nuestros seres queridos, y si ellos nos reconocerán a nosotros.

Considere lo siguiente: ¿Cómo podrían unos cuerpos tan poderosos y gloriosos estar limitados, si estarán tan avanzados en todo lo demás? Estoy plenamente convencido de que todos nuestros sentidos y capacidades mentales serán mejorados, no disminuidos.

Nos espera un futuro glorioso, pero el gozo de un nuevo cuerpo, y el reencuentro con nuestros seres queridos, será sobrepasado por la emoción de ver a Dios. Él es quien hizo todo esto posible. En agradecimiento, amémosle y sirvámosle con fidelidad mientras sigamos estando en esta tierra.

Por: Miguel Matos

CUANDO EL ARROYO SE SECA ES TIEMPO DE LEVANTARSE

    PASTOR: HECTOR ENCARNACION