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Mostrando las entradas de junio, 2015

Dios mira tu corazón no las apariencias

Un enfermo que pasó por una grave operación cardiaca contó: –Parecía estar bien de salud. Exteriormente todo iba bien, pero sin que lo supiera, estaba aquejado de una grave enfermedad, un aneurisma. En lo concerniente a nuestra salud, nuestra apariencia puede engañarnos y hacernos peligrar. Esto también es cierto en la esfera espiritual y moral, pero tiene consecuencias mucho más graves. A los que nos rodean podemos parecerles una persona respetable, podemos gozar de buena reputación y tener una excelente opinión de nosotros mismos. Sin embargo Dios no nos juzga según nuestra propia opinión o la de la gente que nos conoce. Sondea nuestro corazón y lo declara incurable a causa del pecado. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón” (Jeremías 17:9-10). ¿No hay, pues, ninguna esperanza de cura para el gran mal del pecado? Demos gracias a Dios: el que nos declara incurables también n
Dios es comprensible y nosotros complicados La vida en realidad es sencilla pero nosotros la complicamos. Nos gustan las cosas complejas. Dios es comprensible, sencillo en todas sus enseñanzas. La religión las complica. Leí que si un abogado hubiera escrito solamente esta frase del Padre Nuestro: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy», se leería así: «Con los debidos respetos, solicitamos y pedimos que, debido a que es necesario hacer una provisión adecuada, en este día y fecha arriba escritos, para satisfacer las necesidades nutricionales de los peticionarios, y para organizar los métodos de almacenamiento y distribución, como se juzgue conveniente y necesario, así como apropiado para asegurar la recepción por y para dichos peticionarios de tal cantidad de productos (llámese pan) se nos conceda la cantidad suficiente de estos productos». Gracias a Dios que él en su bondad ha hecho la vida cristiana sencilla. Ya tomaste lo sencillo de Dios y lo hiciste parte de tu v
Razones para perdonar ¡Cuando siento que me han tratado injustamente, puedo idear cien razones para no perdonar! “Tiene que aprender una lección”. “Dejaré que sufra por un rato; le hará bien”. “No me corresponde a mí dar el primer paso”… Cuando finalmente me ablando hasta el punto de conceder el perdón, parece que hubiera dado un salto de la lógica dura, a la sensiblería. Un factor que me motiva a perdonar es que, como cristiano, se me ordena hacerlo, ya que soy el hijo de un Padre que perdona. Jesús dijo:”Perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” Marcos 11:25. Pero más allá de eso, puedo identificar tres razones: Primero, el perdón detiene el ciclo de la culpa y el dolor, rompiendo la cadena de la falta de gracia. Sin perdonar, permanecemos atados a las personas que no hemos perdonado, como en un círculo vicioso. Segundo, el perdón aminora el dominio de la culpabilidad en el