“..Si en verdad eres un Dios amoroso, que siempre estás con nosotros; entonces ¿por qué no estabas cuando ocurrió todo?, ¿Dónde estabas cuando cometí ese error o me equivoqué al tomar esa decisión?” Constantemente estamos echándole la culpa de nuestros errores a Dios. Si fallamos, fue porque Dios no me dio la suficiente fuerza. Si me equivoqué en la elección de algo, entonces es que Dios nunca me escucha, y por eso tuve que decidir yo. Si vivimos de esta manera, viviremos en una mentira toda la vida; porque Dios nunca será responsable de nuestros actos o decisiones, si no lo tomamos en cuenta. Si sabemos que somos débiles con los helados, entonces ¿qué haces viendo por la ventana de la heladería? O si escogiste un novio(a) que de antemano sabías que no te convenía, entonces ¿por qué dijiste que si? A veces caemos en este error, creemos que somos muy fuertes (como Sansón) y que podemos con cualquier asunto. Es como “yo puedo, déjeme solo” pero cuando nos damos cuenta, hem