Una vez un hombre llamado David escribió “¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos, para guardar tus estatutos! (Salmo 119:5). Muchas veces creemos que debemos estar bien para buscarle o entregar nuestra vida completamente al Señor Jesús, por temor a ser rechazados o avergonzados, por el estado de nuestra vida. Luchamos todos los días, por arreglar algo de nuestro interior, y lo que logramos es coleccionar fracasos día tras día; pero cada vez con menos fuerza, porque ya no la tenemos… ¿Cuándo traes a un zapatero un zapato, cuando está sin estrenar o cuando está roto, sin tapas, y deforme? ¿Qué harías tu si fueras un zapatero y te traen un zapato nuevo?, no tendrías que hacer nada, no tendrías trabajo. Pero si te traen un zapato que da lástima, tendrías trabajo, y sería un honor ver ese zapato tomando forma nuevamente. No te importaría lo roto, mal oliente, ni usado que esté, solamente que necesita ser reparado. Así es con el Señor, a Él no le importa tu condición, Él ve el tra