Todos los días, desde el momento que despertamos estamos tomando decisiones. El mismo hecho de levantarnos ya es una decisión y este proceso de elecciones se extiende a lo largo del día y va desde las más sencillas hasta las cruciales para nuestras vidas, inclusive si elegimos no tomar ninguna decisión estamos decidiendo.
Toda toma de decisiones genera en nosotros un grado de incertidumbre y tensión, y muchas veces nos desgastamos buscando cuál será la mejor opción para nosotros y peor aún, si la decisión involucra de forma directa a otras personas.
En 1 Reyes 3: 3-15 encontramos un hermoso relato. Jehová se le apareció a Salomón y le dijo que pidiera lo que él quisiera. El rey no pidió más poder, ni dinero, ni más años, tampoco pidió que su reino nunca tuviera problemas; solo pidió sabiduría y el Señor se agradó tanto de su petición que le dio un corazón sabio y entendido.
¿Cómo conocer cuál es la mejor decisión para nuestras vidas? ¿Qué es lo que Dios quiere de nosotros? Nuestro entendimiento es muy limitado y a veces nos quedamos viendo sólo las circunstancias que nos rodean, las consecuencias inmediatas y no vemos lo que Dios tiene para nosotros más adelante. Si dejamos nuestras decisiones en las manos de Dios y le pedimos que nos dé su gracia y sabiduría seguramente nos irá muy bien.
No busquemos a Dios sólo cuando tenemos que tomar grandes decisiones ni usemos la oración como una salida de emergencias, sino esforcémonos en tener una relación continua y cercana con Dios. Pongamos nuestras vidas, sueños, problemas, anhelos, familias y todo lo que atesoramos en las manos de nuestro Padre. Pídele a Dios sabiduría y permite que tus decisiones sean guiadas por Él.
Recuerda que Dios nunca se equivoca.
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Santiago 1:5.
Fuente: Reflexiones Cristianas.
Por: Miguel Matos
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