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EL AMIGO FIEL QUE NUNCA NOS ABANDONA, JESUCRISTO

Es una hermosa y gran experiencia cuando podemos tener amigos que nos aprecian y que en cualquier momento de tristeza, de angustia, de dolor, de enfermedad, de pruebas emocionales y económicas, están a nuestro lado ofreciéndonos su ayuda y su apoyo moral, espiritual y material.

 Pero es difícil en estos tiempos encontrar amigos así, y esto lo sabemos por propia experiencia, porque pasan años y no sabemos el destino de ninguno de ellos, ni siquiera nos visitan y muchos menos nos llaman ni responden nuestras llamadas telefónicas. Solo lo harían si hay algún interés en particular, lo que es lamentable que eso sea así. 

 Por esa actitud de los que consideramos que eran nuestros amigos fieles, nos sentimos tristes y frustrados, porque la palabra fidelidad no está hoy en su léxico, se les ha olvidado. 

 “El amigo ama en todo momento; en tiempo de angustia es como un hermano”, Proverbios 17:17. “Hay amigos que no son amigos, y hay amigos que son más que hermanos”, (Proverbios 18:24. Pero tenemos un amigo que cuando lo llamamos nunca nos fallará y es Jesucristo, el Hijo de Dios, quien viene a socorrernos y a ayudarnos en cualquier momento de angustia y de necesidades físicas y espirituales. 

 Su teléfono, que siempre está disponible, es Jeremías 33:3, “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. 

 Pero nuestro verdadero amigo, Jesucristo, nos exhorta con su sublime amor, cuando nos dice: “Éste es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes, .Juan 15:12-15. 

 Pero muchos que dicen ser cristianos se descuidan de amarse como Cristo nos amó, y la Biblia dice: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios”, 1 Juan 4:7. “El bálsamo y el perfume alegran el corazón: los consejos del amigo alegra el alma.” Proverbios 27:9. “¡Qué bueno es, y qué agradable, que los hermanos convivan en armonía!”, Salmos 133.3. 

 Cuando veamos a los hermanos atravesando por situaciones difíciles, debemos recordar, y actuar sobre lo que dice nuestro Dios: “Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo”, Gálatas 6:2. “El hierro se pule con el hierro, y el hombre se pule en el trato con su prójimo”, Proverbios 27:17.

 Cuando tenemos a ese gran, hermoso y poderoso amigo en nuestro corazón, que es Cristo, sabemos que nunca nos va a fallar porque su fidelidad es incuestionable. Nos acompaña en el momento de angustia cuando somos víctimas de pruebas, que solo con su ayuda podemos soportar y superar.

 Jesucristo nos acompañada a todas partes, como nuestro fiel amigo que es, y nos dice: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”, Mateo 28:20.

 Cuando vamos a la iglesia, al trabajo, a la oficina, al supermercado, al colmado, a la tienda de tejidos, a la clínica, al hospital, a vacacional en el país o al extranjero, o a visitar algún amigo a la cárcel o a un asilo, Jesucristo siempre nos acompaña, porque nos ha dado su Santo Espíritu que mora en nuestro corazón, y a través de nosotros exhibe su fidelidad.

 Les damos gracias a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, porque uno de los frutos del Espíritu es el amor, por lo que nos dice: “Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados”, Lucas 6:31. El apóstol Pablo tras conocer el inmenso amor de Cristo y su fidelidad hacia todos los que lo aman dice: “Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás”, Romanos 12:10. 

 Démosle gracias a Dios porque en Cristo tenemos al amigo fiel y verdadero, nuestro Señor y Salvador, que en ningún momento nos dejará, ya que siempre estará con nosotros hasta el fin del mundo. 

 Dios los bendiga.

Por: Miguel Matos

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