Lo más grande y hermoso para un ser humano es ser bendecido por Dios, el creador del cielo, de la tierra y de todo el universo, tanto material como espiritualmente.
Dios bendice a los que oyen y obedecen su voz para guardar y poner por obras todos sus mandamientos, como se estableció en el antiguo pacto de la ley.
A los obedientes Dios los exaltará sobre todas las naciones de la tierra, como se indica en Deuteronomio 28:1.
Pero en el nuevo pacto, de la gracia, Dios nos bendice de una manera diferente, que tiene que ver con lo espiritual, la Biblia, dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”, Efesios 1:3.
Al respecto, Jesús dice: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”, Mateo 631-33.
En este mundo, los hombres que no conocen a Dios sólo se ocupan de satisfacer sus deseos y apetitos de la carne, pero no toman en cuenta que hay un Dios que está pendiente de la vida de todo ser humano y permite, entre otras cosas, que la lluvia caiga sobre justos e injustos, así como el disfrute de todo lo que la naturaleza ofrece para su sostenimiento.
Constituye una experiencia y una obra maravillosa para todo ser humano, cuando Dios se le revela a través de su Hijo, Jesucristo, y lo recibe como su salvador y Señor, porque ha sido escogido en él antes de la fundación del mundo, lo que es producto de la gracia divina.
¿Con qué propósito?, “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor, habiéndonos predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo acepto en el Amado”, Efesios 1: 4-6. Dios nos privilegia con tan gran bendición.
Hay algo grande que no podemos entender por nuestra mente finita, limitada por el tiempo y el espacio, la grandeza del amor de Dios, para salvar al hombre pecador y librarlo de la condenación del pecado que es la muerte eterna, a través de la obra redentora de Cristo en la cruz del calvario, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según la riqueza de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia”, Efesios 1: 7-8.
En cuanto a la riqueza de su gracia, solo podemos decir que recibimos una salvación que no merecíamos, y no nos costó nada, pero sí a Dios, el sacrificio de su Hijo unigénito Jesucristo, en la Cruz del Calvario.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2:8.
Pero lo más increíble y grande de todo es que esa salvación, la recibimos de Dios, “que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”, Efesios 2; 4-7.
Cuán grande es esta bendición en el pacto de la gracia, “porque la bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”, Proverbios 10:22. Y esa bendición se produce tanto en el orden espiritual como en el material, para los Hijos de Dios que sean obedientes a su Palabra que es bendita y santa.
Dios te bendiga.
Por: Miguel Matos
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